martes, 13 de enero de 2009

Encierro

Ella se levantó de sobresalto, sus manos frías, su piel desnuda, caminó por la habitación en tinieblas, cuando aquella luz matutina que se filtraba por el ojuelo de la ventana llamó su atención, posó su mano en el cerco de la ventana, mientras tímidamente abrió la cortina.
Clara con cara de niña, Clara con cuerpo de mujer, Clara piensa en el porque de la vida, mientras admira ese tono difuminado del amanecer, ella se ha preguntado, si quizá haya algo allá afuera, si talvez, pudiera encontrarlo, si habrá algún motivo, algo que la ayude a buscar salvación… pero no lo hay.
Clara camina desnuda todas las mañanas, duerme y no sueña todas las noches, vive pendiente del sonido, de ese sonido, que nunca llega, de esos pasos sonoros en el piso de madera, pasos que jamás habrá de escuchar.
Cuatro paredes, una puerta cerrada, una ventana, un techo blanco, una cama, una silla, partículas grises en el aire, polvo inconcluso que sin percatarse cae, una cobija, una almohada y el deseo ferviente de encontrar una salida.
Clara lleva segundos, minutos, horas, días, meses, años buscando la respuesta del porqué, pero ella no comprende que el mayor encierro lo ha propuesto ella, se ha encerrado bajo llave, con doble cerrojo en ese abismo caótico del miedo que la consume poco a poco, de ese temor infantil que guarda dentro de su alma.
Toma un poco de agua, y ligeramente siente como el mundo va cambiando, siente ese frío intenso entrar en ella… Todo entra, nada sale… Ni ella

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